Frío

Tiraste de mi susceptibilidad
como de un hilo desilachado,
desarmando cada una de mis convicciones.
Y ya no me quedaron más.
Ni una.
Prácticamente desprotegida,
teóricamente desorientada.
Pero si vas a quitarme el abrigo
facilitame un reparo y así
no quedarme en los brazos de invierno.
El crudo frío que no está acostumbrado
a encontrarse conmigo
viene justo hoy
a olvidarse de su enemigo.
Me acepta como su discípula
y me enseña a fingir que no existen
ni el dolor ni la agonía.
Y ya no tiemblo...
Ahora te quemo.

Comentarios

Publicar un comentario